Opinión

El año que el fútbol femenino desandó

El año que el fútbol femenino desandó

Prometía ser la mejor temporada para el fútbol femenino; la más competida, la más vista, la más seguida, la que aprovecharía el tirón generado por el Mundial de Francia en 2019. Pero la Primera Iberdrola ha finalizado de una forma inusual, dejando algunos claros pero también muchos oscuros, especialmente fuera del campo.

En lo deportivo, se podría destacar la llegada de estrellas internacionales como Caroline Graham Hansen, Sofia Jakobsson o Sari van Veenendaal. También el vendaval que fue el FC Barcelona, con la mejor plantilla que se ha visto en el fútbol español hasta la fecha. O la histórica temporada del Deportivo Abanca en su primera temporada en la élite. Más negativos fueron los proyectos decadentes del Espanyol, que lleva más de un año sin ganar un partido, o del Valencia, que ha pasado en tres años de quedar tercero a pelear por la permanencia.

Pero lo cierto es que lo que más ha marcado la Primera Iberdrola esta temporada han sido una serie de infortunios encadenados. Quizá porque el fútbol femenino no les importa tanto ni es tan prioritario como nos quieren vender. Se inició una guerra por los derechos televisivos que nos privó de disfrutar de partidos como el derbi vasco o el At. Madrid-FC Barcelona. Cada semana, una lotería por saber qué partidos tendrían retransmisión, y de qué forma.

No lo mejoró la lucha por el Convenio Colectivo, que se prolongó y que exigió de una huelga para poder por fin firmarse. Convenio que da la sensación que fue aceptado para calmar las aguas. Poco después, un nuevo conflicto atizó al fútbol femenino; la pelea por los derechos formativos. Cláusulas desorbitadas con cifras mayores a los presupuestos de la mayoría de los equipos. Cláusulas que pueden propiciar, si no se soluciona, una fuga de talentos al extranjero.

Y por si fuera poco... La COVID-19. Una pandemia que finalizó la temporada de forma precipitada, ya que nunca hubo intenciones de reanudarla, y que deja a un equipo como el Espanyol en la máxima categoría a pesar de no haber sumado ninguna victoria en toda la temporada. Medidas extraordinarias para una situación atípica, pero que no han hecho más que deslucir una competición que ya de por sí ha tenido muchos frentes abiertos.

Una temporada, por tanto, mermada por guerras fuera del campo que no han permitido exprimir al máximo lo que la competición podía dar de sí. ¿La mejor temporada? Más bien en la que dimos tres pasos atrás y desandamos lo andado. Ahora toca seguir construyendo.