Eurocopa 2017: Se acabó la "flor" de Suecia

Eurocopa 2017: Se acabó la "flor" de Suecia

Siempre he defendido, y creo que no soy el único, que la era Pia Sundhage debió acabar con la humillación en octavos de final del pasado mundial de Canadá 2015. Sinceramente, la manera con la que Alemania pasó por encima de aquel proyecto sueco fue lo bastante contundente como para que alguien en la federación sueca tomase una decisión drástica (y correcta). La culpa no la tenía exclusivamente la baja forma de Lotta Schelin. El error venía en pensar que el mismo plan de siempre no se quedaría obsoleto.

Los Juegos Olímpicos de Río 2016 fueron la salvación de un barco a la deriva; pero a la misma vez la sentencia de muerte en esta Eurocopa 2017 en la que pese a todo lo criticable, si no hubiera sido por el error de Lindahl en el 1-0 de Lieke Martens, no tengo tan claro que hubieran caído como luego lo han hecho. Pero de nuevo, un triunfo jugando así hubiera significado posponer la toma de decisión tan necesaria en el fútbol femenino de un histórico de este deporte.

El estilo Pia Sundhage de defensa agresiva y desplazamiento en largo, donde priman las segundas jugadas y el balón parado, está obsoleto. Sí, pueden ganar a muchas selecciones de esta forma. Pero una vez que están por detrás en el marcador las soluciones son, y han sido en los últimos años, escasas. El «refinamiento» que tanto pedían en Alemania (el rival histórico); y que por fin ha llegado es el modelo que tiene que seguir Suecia. A su manera, claro está, pero la «evolución» tiene que ocurrir tarde o temprano. Porque la sensación es que están estancadas.

Y el problema no es sólo de juego. Lotta Schelin ya no es la que era; pero tampoco lo es Caroline Seger. La gran pregunta es: ¿el balón largo a Blackstenius es un recurso buscado por el bajón de nivel de Seger? La del Olympique de Lyon nunca fue una jugadora con extremada clarividencia ni visión de juego, pero antes del desplazamiento en largo, el balón siempre pasaba por ella. Y como con Lisa Dahlkvist, el centro del campo sueco no ha existido. Han pasado por encima de ellas. La única que mantiene el nivel, de los «tres pilares básicos del futfem sueco», es Nilla Fischer (que ha perdido velocidad con la edad).

Siempre he sido muy crítico con Kosovare Asllani, porque nunca ha sido de las de «echarse el equipo a las espaldas», pero Suecia tiene que encontrar la forma de una vez por todas, ni Dennerby ni Sundhage lo han conseguido, de que la jugadora de origen kosovar, sea uno de los nuevos pilares, pese a sus 28 años, de la selección amarilla que acuda al mundial de Francia del 2019.

Porque ahí reside uno de los problemas que tendrá que resolver Suecia: La nueva generación. Sí, es cierto que ganaron torneos en categorías inferiores; pero ya lo vimos en el pasado mundial sub20 cómo la propuesta era la misma: desplazamiento en largo a Stina Blackstenius. De aquella generación sólo 1 jugadora me llamó la atención además de la delantera del Montpellier: Michelle De Jongh. Ni Tove Almqvist (me parece muy limitada con el balón), ni Anna Oscarsson (acaba de fichar por el Linköpings). La jugadora que puede darle una vuelta de tuerca a esta selección en el centro del campo es De Jongh.

Lina Hurtig, Nathalie Björn o Marija Banusic tienen que ser importantes en el futuro. Hurtig, si no fuera por las lesiones, tiene una potencia y clase sensacional; Björn debería liderar la defensa de Suecia la próxima década gracias a una inteligencia y lectura del juego notable; y sea cual sea el problema que tenga Banusic con la federación o viceversa; que lo solucionen porque el hambre de la jugadora del LFC es lo que necesitan las escandinavas en la «transición» al nuevo fútbol femenino.

Blackstenius y Rolfö son muy buenas y se debe construir alrededor de ellas; y esa es la misión que Peter Gerhardsson tendrá los dos próximos años. Pero esperemos que «cuiden» el resto del equipo y que den entrada a las «promesas», que si bien escasas, las hay y estarán más dispuestas a «cambiar el chip» que las leyendas cuyo rendimiento al máximo nivel ha quedado en entredicho.

Algo tiene que cambiar en Suecia, ¿no?