La odisea para escapar de la guerra en Ucrania

Lluís Cortés se encontraba en Kiev cuando explotó la guerra en Ucrania. El seleccionador ucraniano contó en sus redes sociales cómo ha sido su huida hasta la frontera con Polonia. Días de tensión, un viaje interminable y la incertidumbre contadas en primera personal por el entrenador español

La odisea para escapar de la guerra en Ucrania

Lluís Cortés estaba en Kiev arreglando unos papeles después de ganar al Turkish Cup con la selección femenina. Entonces explotó la guerra. Empezaba una odisea para salir de un país en el que miles de personas buscaban refugio lejos del conflicto. Con la capital siendo bombardeada, salir de allí era una prioridad. Cortés y su compañero Jordi Escura, también del cuerpo técnico de la selección ucraniana pasaron días de tensión para poder llegar a Polonia desde donde han podido viajar a España. El preparador lo contó en sus redes sociales para tranquilizar a familiares y conocidos. Gracias a la Federación Ucraniana, española y embajada que le ayudaron en un viaje interminable.

La historia de la huida empieza el 24 de febrero. Escura avisa el técnico catalán que están bombardeando Kiev y ambos esperan en el hotel a que la Federación prepare el viaje. Alrededor de las cuatro de la tarde, ambos ya están de camino a Lviv, el plan está marcado. Llegar allí para poner rumbo a la frontera con Polonia. Sin embargo, no son los únicos que quieren salir de la capital. El denso tráfico, los ucranianos con sus maletas por la calle y un ambiente de tensión acompañan a los españoles. Cambio de conductor y 35 kilómetros en seis horas dan una idea del caos que había en Kiev. Cerca de las diez de la noche y con la autopista parada por las miles de personas que intentan salir el conductor decide ir por el sentido contrario, pero no era el único. A las doce de la noche, once horas después de empreder el viaje sólo habían recorrido 150 kilómetros.

Según van saliendo de la capital el tráfico se dispersa y pueden circular con normalidad. Pero alrededor no se ve normalidad. Gasolineras llenas, coches averiados y tensión, mucha tensión en el ambiente. A las cinco de la mañana pasan por Redzivilluv, a 90 kilómetros de Lviv. Hay relativa tranquilidad, aunque Cortés cuenta que la información que le llega de Kiev es que se han intensificado los ataques. Más aventura cuando el conductor decide que le mejor camino es una carretera sin asfaltar. Eso sí, sin tráfico y teóricamente más corta que la ruta normal. A las seis y media de la mañana aún les quedan dos horas para llegar a Lviv. A las ocho, al fin, han llegado a su destino. Sin apenas dormir y después de 19 horas de viaje. Las horas pasan en el hotel de Lviv sin que nadie les diga cuál es el siguente paso, aunque allí reina la normalidad. Tania, una guía que tenía que encargarse de llevar a unos periodistas asiáticos que no quieren salir del hotel, les propone enseñarles la ciudad. Hay normalidad, dentro de lo que cabe. Pero no paran de conocer gente que quiere salir del país. Historias que a buen seguro no olvidarán...

Pasar la frontera a Polonia

A las diez de la noche, al fin, un coche viene a buscarlos. Lo que no sabían era que no iban a ir en coche, sino en tren de Lviv a Przemysl. El técnico escribió un hilo en el que describió todo lo que fue viviendo.

Después de una hora esperando en el coche, al fin, su coche y otros cinco llegan a la estación de tren. Le impresiona ver que los hombres se quedan, las despedidas eternas, las lágrimas... una situación difícil de digerir para cualquiera. A las doce de la noche suben al tren en otro momento dantesco, según cuenta el preparador. Miles de personas se agolpan en el arcen. Golpe, gritos, empujones... todos quieren subir a ese tren. Lluís cuenta que tuvieron la suerte que una puerta cayó justo delante suya. "El drama es total... me cuesta describir la situación porque si yo estaba jodido por dejar algunos amigos en tierra, no quiero pensar qué sentían ellos, sus hijas, sus esposas...", explica en una de sus publicaciones. En un tren masificado con bancos de madera, Lluís y Jordi comparten espacio con una familia. Dos horas de parón después de una de viaje. Parecía que el tren nunca llegaría. Media hora más tarde se detiene para el control de pasaportes con más de dos mil viajeros. Siete horas después, el tren vuelve a arrancar. Alrededor de las doce de la mañana del día siguiente, doce horas después de montarse en el tren, cruzan la frontera. Pero aún no ha acabado. A la una de la tarde llegan a Przemysl. Toca otro control de pasaportes, de vagón en vagón, y el de los españoles es el último. A las tres de la tarde al menos le dejan bajar del tren. A las seis aún siguen en la estación. Cinco horas de espera para el control de pasaportes. Ahora toca llegar a Cracovia, donde al fin, pudieron descansar. Una odisea de tres días para huir de la guerra...

Gracias Lluís por tu relato y por contarnos en primera persona lo que están viviendo en Ucrania.